Yo Bailo Así

Yo había llevado una botella de PaloViejo (750ml) a casa de Alexis de Clandestino787, donde le cantamos «HappyBeldei» a Danny TEKADISCO , pero me percaté de que habían par de personas tomando de ella y decidí tomar control del asunto. Me bebí 8 ó 9 tragos de ron con Coca-Cola en «velocidad turbo». Se acabó la botella en nada.

Me puse bien loco y lo próximo que hice fué sacrificar mi dignidad y grajiarme con el perro de Rico, todo para causar gracia y algarabía a los demás invitados. Triunfé en todos los aspectos.

Después de cantarle «y que reine la paz en tu día» a Danny. Todo el grupo decidió ir a Bacco, en Río Piedras. Yo hice un pitstop en los chinitos de arriba y me bajé una Colt45 de 32 oz. De más está decir que entré a Bacco volando en cantos con notón sofisticado.

Una vez dentro del local. Había gente con cojones y la gran mayoría bailaban. Yo no sabía donde estaba el grupo del cumple y no quería buscarlos. Me quedé espotiau cerca de la barra velando que alguien se durmiera en las pajas y le pudiese robar su trago. Cuando miro detenidamente mis alrededores, me doy cuenta de que tengo a una jebota al lado mio. Eran dos mujerotas. Altas y voluptuosas. Bronceadas de sol. Parecían jugadoras de volleyball pero atractivas. La que estaba justo al lado mio sobresalía entre las dos. La loquera como que me hizo irme en un viaje de que yo podía lograr algo.

Una vocesita dentro de mi, y más sobria que yo, me dijo que intentara bailar con la jebota. Yo le hice caso a la vocesita virándome 90 grados y gritando: «¿mera quieres bailaL?» Ella respondió poniendo una cara confusa comunicándome algo como: «huelebicho, ¿que es esa mariconería de estar pidiéndome bailes? Te hubieses puesto a bailar frente a mi y ya. Cantue pendejo», o algo así fue lo que percibí. Después de un segundo, miró a su amiga, le tiró una media sonrisa y alzó sus hombros, como diciendome: «¡Que se joda, mejor bailar contigo que seguir conversando con esta jodia puta!» O algo así entendí yo. Me alegré un poco y comenzamos a bailar.

Cuando emprendí en lo que hoy describiría un «jamaqueo violento sin ritmo alguno de mi cuerpo» fue que vine a cuestionar las decisiones ya tomadas. En cuestión de 30 segundos de estar haciendo de anormalito, ya me arrepentía de estar bailando con ella. No me estaba disfrutando nada su compañía y hasta se me estaba bajando la nota. Más o menos le piché a mis instintos (los cuales sugerían una pronta escapatoria pal’ carajo) y seguí meneandome como un pendejo. La jebota bailaba super bien pero yo no sabía que hacer.

De momento recuperé algo de ritmo y no me sentía tan retardado. Pudiéndome ya concentrar en la jebota, algo me hizo darme cuenta que yo no sabía lo que estaba haciendo. O ¿quizá es que estaba demasiado loco? De momento, se me olvidaba qué es lo que uno se supone haga una vez uno está bailando bien. No sabía si mirarle los ojos, el cuello, las tetas la barriga o las piernas. Opté por mirar un letrero de MEDALLA en la pared detrás de ella. Mucho menos sabía qué hacer con mis manos; ¿tocarle la espalda?, ¿agarrarla como si estuviésemos bailando merengue?, o ¿hacer como si brincaba cuica? Opté por juntar mis manos como uno hace al rezar.

Habrán pasado unos dos minutos de yo haciendo el baile del santo mirando al horizonte cuando ya la incomodidad era palpable. En un puntó dejé de mirar el símbolo de medalla y la miré a ella. La jebota estaba conversando con su amiga. Yo mismo me di pena. La jebota continuaba bailando por no ser descortez. Eso me gustó, era una tipa humilda y bonita. Le hiba a preguntar el nombre, cuando ella, repentinamente, me mira a los ojos y se acerca a mi. «Quizá me invita a un trago», pensé.

Ella no me dijo nada. Sencillamente se acercó a mi, me dió dos palmadas en la espalda, se alejó y me hizo un «thumbs up» con la mano. Y así salió. Quería que me diese un derrame cerebral en ese momento. O que entrara un hijueputa alli dentro y pegue a soplar tiros algarete. Mi deseo era salir de mi misera rápida y eficientemente. Quería escapar de ser un pendejo. Escuchaba un vacío cuando realmente en ese lugar lo que hay siempre es un alboroto descomunal. Confución y ganas de vomitar. Cuando empezé a sudar frío, me dieron ganas de salir a sentir el aire fresco. Pero no me etreví por temor a encontrarme a la jebota. En vez, decidí brincar con una mano arriba; como si estuviese super pompiau’ con la música del dj.

Después de una hora, me sentí mejor y me atreví a salir. Gracias a Dios no me encontré a la jebota pero si con Danny. Me invitó a par de tragos y fui feliz hasta que perdí el conocimiento pal’ carajo. En ese entonces alcanzé un éxtasis sentimental de despreocupación. Hoy amanecí en la acera frente al 8 de blanco.

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